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En Monteclaro, el pueblo de Emma, todos vivían tranquilos y felices… Hasta que un día pasó por el pueblo la bruja Burlona, volando en su escoba.
Burlona no era una bruja malvada. Pero sí era muy bromista y alocada. Y ese día, mientras volaba sobre el pueblo subida en su escoba, la bruja lanzó un hechizo mágico gritando con su voz chillona: «¡Abracadabra, que las flores pierdan sus colores y sean, ahora, del mismo color gris que mi sombrero!… ¡Y así se quedarán! ¡Plis, plas! ¡Plis, plas!… ¡Que se vayan los colores ya!
Y mientras la bruja se alejaba volando y riendo a carcajadas, todas las flores de bellos colores se convirtieron en flores de color gris…
Emma, con la ayuda de sus amigos, la eriza Tika, la abeja Picopica y el dragón Rufo, intentará romper el hechizo de la bruja para que vuelvan los colores.
INDICE
- Había una vez
- Los amigos de Emma
- La bruja Burlona
- La abeja Picopica
- Emma, la maga
- En un rincón del río
- Los colores perdidos
- Las palabras mágicas
- Vuelve la bruja
A continuación se reproducen los tres primeros capítulos del cuento.
CAPITULO 1 • HABIA UNA VEZ
Junto a un río de agua limpia y azul que baja saltando por la montaña, hay una casa pintada de color rosa. Con cuatro ventanas amarillas, una puerta de color rojo y una chimenea en el tejado.
En esa casa vive Emma. Con mamá Miriam y papá Miguel. Y con sus tres ositos, todos ellos de color blanco.
Emma es una niña muy alegre. Con unos grandes ojos negros y con mucho pelo de color castaño que le gusta hacer volar, moviendo la cabeza de un lado a otro.
En Monteclaro, el pueblo de Emma, viven todos felices. Sus papás. Sus amigos, los animales del bosque. Los muñecos con los que Emma juega cada día. Los vecinos de las otras casas del pueblo…
¡Ah! Y también viven felices los pájaros que cada mañana despiertan a Emma cantando. Y los peces y los patos, que saltan contentos en el río cuando Emma les lleva comida.
Subiendo por el camino que bordea el río se llega a las montañas que hay detrás del pueblo. Son montañas muy altas, con muchos árboles donde viven pájaros de todos los colores.
Las laderas de la montaña están llenas de cuevas, algunas pequeñas y otras grandes, donde tienen su casa los animales del bosque.
CAPITULO 2 • LOS AMIGOS DE EMMA
En una de esas cuevas vive el señor zorro con su familia. Un poco más arriba hay otra cueva, con una puertecita de madera. Ahí vive Tika, la eriza amiga de Emma y del abuelo de Emma, el mago Tata.
A las dos les gusta jugar, hasta que una pilla a la otra. Pero sin hacerse daño ¡Eh! Porque cuando está con Emma, Tika guarda las púas que tiene por toda la espalda para no pinchar a su amiga.
Otra gran amiga de Emma, la abeja Picopica, vive al lado: en una colmena pequeñita que cuelga de un árbol, a la que se entra por un agujero.
Picopica se pasa el día saltando de flor en flor, chupando el néctar de las flores para hacer la rica miel que tanto gusta a Emma.
Detrás de la colmena de Tika hay tres cuevas pequeñas, que parecen agujeros hechos en la montaña: son madrigueras donde vive una familia de conejitos. Por la mañana salen todos corriendo detrás de mamá y papá conejo a jugar, mientras comen hierba para crecer y hacerse mayores, como Emma.
Algo más lejos, en la parte de atrás de la montaña, hay otra cueva. Grande y profunda. Ahí vive otro gran amigo de Emma: el dragón Rufo.
Es un dragón muy simpático y juguetón, de color azul. Y tiene una cresta en la espalda que parece una escalera, a la que se sube Emma para que Rufo la lleve corriendo por el bosque.
CAPITULO 3 • LA BRUJA BURLONA
Todos vivían tranquilos y felices… Hasta que un día pasó por Monteclaro la bruja Burlona, volando en su escoba.
La bruja iba siempre subida en su escoba voladora, con una capa de color negro y un gran sombrero gris. Burlona no era una bruja malvada. Pero sí era muy bromista y alocada. Y cuando pasaba volando por el pueblo, lanzaba hechizos traviesos que enfadaban a las personas que vivían allí.
Ese día, mientras volaba sobre el pueblo en su escoba, la bruja lanzó un hechizo mágico gritando con su voz chillona:
—¡Abracadabra, que las flores pierdan sus colores y sean, ahora, del mismo color gris que mi sombrero!
Y añadió, riendo a carcajadas:
—¡Y así se quedarán!… ¡Plis, plas! ¡Plis, plas!… ¡Que se vayan los colores ya!
Y mientras la bruja se alejaba volando y riendo, el color rojo desapareció de los pétalos de las flores rojas… Luego se fue el color naranja… Después desapareció también el color violeta…
Y todas, todas las flores, que antes eran de bellos colores, se convirtieron en flores de color gris.
Los vecinos del pueblo y también los animales del bosque se pusieron muy tristes. Todos echaban de menos los colores de las flores.