Emma y el unicornio que no podía volar

Portada de Emma y el unicornio que no podía volar (Paco Lara)
Portada del libro Emma y el unicornio que no podía volar

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Al terminar la clase, Emma metió su cuaderno y los lápices de colores en la mochila y salió del colegio, de vuelta a casa… En el camino se encontró con la ardilla Noli que corría en su busca: «¡Necesito ayuda, Emma…! ¡Hay un caballo en el árbol donde vivo…!». Noli contó a Emma que un caballo blanco había caído en su árbol, desde el cielo, y estaba colgado de una rama. 

Al llegar al árbol donde Noli tenía su casa, Emma vio que, agarrado muy fuerte a una de las ramas para no caerse, había un bello caballo blanco… Pero era un caballo un poco raro… ¡Tenía un cuerno dorado en medio de la cabeza! ¡Y alas para volar!… Y tenía también el pelo revuelto y la crin llena de manchas verdes de las hojas del árbol.

Emma y Noli se miraron con cara de sorpresa, porque nunca habían visto un unicornio. Y, lo primero que tenían que hacer, es ver cómo podían bajarlo del árbol…

En esta nueva historia, Emma y su amigos conocerán cuál es el secreto mágico que permite a los unicornios volar. Y aprenderán también dónde está el mundo de los unicornios y cómo pueden ayudar a su nuevo amigo a regresar a su mundo.

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INDICE

  1. Al salir del cole
  2. ¡Un caballo con alas!
  3. La magia del arcoíris
  4. Las galletas de Emma
  5. Un día especial
  6. Y terminó de llover…

A continuación se reproducen los tres primeros capítulos del cuento.

CAPITULO 1 • AL SALIR DEL COLE

Al terminar la clase, Emma metió su cuaderno y los lápices de colores en la mochila; y salió corriendo del colegio, de vuelta a casa.

Su primo Nico, que iba a la clase de los más pequeños, la estaba esperando en la puerta del colegio.

—¿Me acompañas a casa, Emma…? —le preguntó Nico, con cara sonriente—. Y podemos merendar juntos unas cerezas muy grandes que ha traído mamá.

—¡Sí, sííí… Vamos, vamos! —respondió Emma, dando la mano a Nico. 

Y los dos tomaron el camino a casa que cruzaba por el bosque. Iban muy contentos, riendo y saltando sobre los charcos de la lluvia que cayó por la noche. Hasta que, de pronto, se pararon al oír una voz que salía del bosque…

—¡Emma, Emma…! ¡Espera, espera…!

Era la voz de Noli, la pequeña ardilla de color naranja, que venía corriendo por entre los árboles.

—¿Qué pasa, Noli? —preguntó Emma.

Noli corría tan, tan deprisa que no pudo frenar a tiempo y… ¡boom! chocó con Nico. Y los dos cayeron al suelo… 

—¡Perdona Nico, yo no quería…! Pero, pero… ¡Necesito ayuda…! ¡Hay un caballo en el árbol donde vivo…! 

—¿Un caballo se ha subido a tu árbol? —le preguntó Emma, llevándose las manos a la boca.

—¡No, no, no…! No se ha subido al árbol… ¡Es que ha caído desde arriba… desde el cielo! Y ha ido cayendo y cayendo por el árbol, hasta quedarse colgado de una rama —respondió Noli.

—¿Y sigue allí arriba?… ¿No se quiere bajar del árbol? —dijo Nico, curioso.

—¡Nooo…! El caballo no puede bajar del árbol él solo. ¡Necesita ayuda!… Y por eso venía corriendo a buscar a Emma…

Emma se puso la mano en la barbilla, pensando qué podían hacer. Y, al momento, dijo:

—¡Ya sé!… ¡Rufo nos ayudará! Como Rufo es muy grande y tiene mucha fuerza, podrá bajar al caballo del árbol.

—¡Qué buena idea!… Voy corriendo a buscar a Rufo a su cueva y nos encontraremos en tu árbol, Noli —dijo Nico.

Y, al tiempo que Nico salía en busca de Rufo, Emma y Noli fueron hacia el lugar del bosque donde vivía la ardilla.

CAPITULO 2 • ¡UN CABALLO CON ALAS!

Al llegar al árbol donde Noli tenía su casa, Emma vio que, agarrado muy fuerte a una de las ramas para no caerse al suelo, había un bello caballo blanco… 

Pero era un caballo un poco raro… ¡Tenía un cuerno dorado en medio de la cabeza!… Y tenía también el pelo revuelto y la crin llena de manchas verdes, de las hojas que había arrastrado al caer por el árbol.

—¡Ayudadme, por favor! —pidió el caballo, a punto de caer al suelo.

—¡Aguanta, aguanta un poco!… —le tranquilizó Emma—. Sujétate fuerte que ahora vendrá nuestro amigo el dragón Rufo… Él es muy grande y te bajará del árbol. 

—¿Cómo te llamas, caballito? —le preguntó Noli.

—No, no soy un caballo… ¡Soy un unicornio! Me llamo Nieve, porque mi pelo es blanco como la nieve.

Emma y Noli se miraron con cara de sorpresa, porque nunca habían visto un  unicornio. En el bosque vivían muchos animales, pero no había ningún unicornio.

Y, en ese momento, llegaron corriendo Rufo y Nico… 

Rufo que era grande y fuertote se puso debajo de la rama de la que estaba colgando Nieve. Y, levantando los brazos, cogió al unicornio y lo bajó al suelo.

—¡Muchas gracias!… —dijo Nieve, mirando a Rufo un poco asustado—. Yo creía que los  dragones no erais amigos de los otros animales… 

—¡Nooo…! Rufo es nuestro amigo —dijo Nico, abrazando a Rufo. 

—¡Yo quiero ser también amigo tuyo, Nieve! —sonrió Rufo—. No te había visto antes… ¿Vives muy lejos de nuestro bosque?

—Yo vivo en el mundo del arcoíris… —señaló Nieve hacia arriba, a las nubes—. Y nunca había estado aquí, en vuestro mundo.

—¿Y cómo has aparecido en este árbol? —le preguntó Emma, curiosa.

Yo estaba jugando al pilla pilla con mis amigos unicornios y volé muy, muy rápido para que no me pillaran… Y, cuando me di cuenta, vi que pasaba por debajo del arcoíris que es la puerta para entrar en mi mundo… Y ¡zas! mi cuerno chocó con la parte de arriba de este árbol… Y fui cayendo, cayendo, hasta quedar colgando de esa rama…

—¿Volandooo…? —exclamó Noli asombrada— ¿Eres un caballito que vuelaaa…? 

—¡Claro! ¡Mira, yo tengo alas!… ¡Los unicornios podemos volar! Cuando crecemos nuestra crin deja de ser blanca y, poco a poco, se vuelve de colores. Y cuando tiene ya todos los colores del arcoíris, podemos volar.

—¡Uy, uy, uy…! Pero ahora tu crin no tiene los colores del arcoíris… —dijo Emma, señalando los pelos de la crin—. ¡Al rozar con las hojas del árbol, se ha pintado de color verde! 

Nieve se puso de pie y movió las alas para volar… ¡Pero no, no podía volar! 

Preocupado, volvió a intentarlo moviendo las alas arriba y abajo, muy rápido, sin parar… ¡Pero nada!… ¡No lo consiguió! 

Hasta Rufo intentó ayudar al unicornio, empujándolo para ver si levantaba el vuelo… ¡Y no!… No consiguió volar.

—¿Qué puedo hacer…? —preguntó triste el unicornio, mirando a Emma.

—¡No te preocupes, Nieve! Como ya es un poco tarde, quédate con nosotros y descansa esta noche —respondió Emma—. Mañana Nico y yo no tenemos cole y te ayudaremos para que tu crin vuelva a tener los colores del arcoíris. Y así podrás volar otra vez para regresar a tu mundo.

—¿Quieres venir a mi casa, Nieve?… —dijo Rufo, con su sonrisa de dragón buenote—. Es una cueva muy grande y muy bonita. Y está muy cerca de aquí… ¡Ah! Y tengo frutas muy ricas para cenar… ¿Te gustan las frutas?

—¡Sí, sí… muchas gracias, Rufo! —respondió el unicornio.

—¡Hala! Volvamos a casa que es tarde —dijo Emma—. Y mañana por la mañana iremos todos a tu cueva, Rufo…

—¡Y yo… yo llevaré una tarta! —añadió Nico—. La semana que viene será mi cumpleaños y el de Emma… ¡Y lo podemos celebrar juntos mañana!

Todos aplaudieron la gran idea de Nico. Y, contentos, se fueron a casa, a descansar. Porque era ya tarde y el sol se empezaba a esconder por detrás de los árboles del bosque.

CAPITULO 3 • LA MAGIA DEL ARCOÍRIS

Al llegar a casa, Emma cenó con mamá y papá. Y, al terminar, corrió a su habitación y buscó, debajo de la cama, la caja donde guardaba el libro púrpura de las historias mágicas que le regaló su abuelo, el mago Tata.

Luego, se sentó en la cama y empezó a pasar las páginas del libro, buscando una historia que su abuelo le contó una vez. Porque estaba segura que, leyéndola, descubriría qué podía hacer para que Nieve pudiera volar.

¡Y la encontró!… Era la historia de un unicornio que, un día, hace muchos años, su abuelo Tata encontró bebiendo en el río. 

Era un unicornio muy sabio que se llamaba Plutón. Los dos se hicieron muy, muy amigos. Y, desde entonces, todos los años, al llegar la primavera, Plutón volaba desde su mundo para visitar al mago Tata. 

En una de esas visitas, Plutón le contó el secreto que permitía a los unicornios volar. En voz baja, para que no lo oyera nadie, Plutón le dijo a Tata que el secreto mágico eran los colores del arcoíris. Los colores que, cuando termina de llover, el sol pinta en las gotas de agua que quedan flotando en el cielo. 

—¿Recuerdas los colores del arcoíris? —le preguntó Plutón a Tata.

—¡Claro! ¡He visto muchas veces el arcoíris en el cielo! —respondió Tata—. Tiene siete colores: amarillo, verde, naranja, rojo, violeta, cián que es el color azul clarito, y azul oscuro que se llama también añil…

Plutón se acercó a Tata y le susurró al oído…

—Sí. Esos son los siete colores que hay en el arcoíris… ¡Pero no son el secreto mágico del arcoíris!… Si el sol pintara primero el amarillo y después el verde… en ese orden, el arcoíris no aparecería. Y si los unicornios tuviéramos los colores en ese orden, en la crin, no podríamos volar.

—¡Pero esos son los siete colores del arcoíris, Plutón!… ¿Por qué no funcionan?… —preguntó Tata, con curiosidad—. ¿Cuál es, entonces, el secreto mágico del arcoíris?

—Mira, mira mi cuello… La magia está pintada ahí… ¡En mi crin!… ¡El secreto es el orden en el que están los siete colores!… Mira, mira: los colores están en mi crin en el mismo orden que en el arcoíris…

—¡Anda, es verdad!… El primer color de tu crin es el rojo, después el naranja, luego el amarillo, verde, cián, azul y, el último de todos, es el color violeta —dijo Tata, señalando uno tras otro los siete colores de la crin del unicornio; desde la cabeza a la espalda.

Emma se tumbó en la cama y siguió leyendo… Hasta que se quedó dormida.