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La ardilla Noli y su amigo Gusi se divertían esa mañana, jugando en el bosque. «¡Mira qué rápido soy…!» gritó el gusanito, mientras corría por entre las patitas de Noli. Y, justo cuando pasaba corriendo por debajo de la barriguita de la ardilla… ¡Booom! Alguien cayó junto a ellos y los tres rodaron por el suelo.
Era la pequeña gatita Mía que había saltado desde la rama de un árbol, vestida con su traje de astronauta. Pero su traje, que parecía un cohete espacial, no funcionaba. Y Mía no conseguía subir volando hasta el cielo, para empujar una nube.
La gatita les contó que, en el lugar del bosque donde vivía no llovía casi nunca. Y como la tierra estaba seca, ya no quedaba hierba ni nada que comer. Por eso quería ser astronauta. Para volar y empujar una nube hacia ese lugar del bosque. Y así, al llover, el agua de la nube regaría la tierra y volverían a nacer ricas hierbas, verduras y frutas para comer.
En esta nueva historia, Emma tiene que ingeniárselas para ayudar a Mía a volar hasta las nubes, como una astronauta. Y Mía y sus amigos aprenderán que no hay que rendirse. Porque intentar cosas nuevas y cometer errores es un superpoder que sirve para aprender y conseguir que, finalmente, tus sueños se hagan realidad.
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INDICE
- Jugando en el bosque
- Nuestro amigo Rufo
- En el jardín de Emma
- Una idea genial
- La nube de color azul
A continuación se reproducen los tres primeros capítulos del cuento.
CAPÍTULO 1 • JUGANDO EN EL BOSQUE
Era una mañana alegre y soleada. La ardilla Noli y su gran amigo Gusi reían, corriendo por el bosque. Se divertían con su juego favorito: Noli saltaba por encima del pequeño gusanito y, luego, Gusi corría por entre las patitas de la ardilla para adelantarla.
—¡Mira qué rápido soy…! —gritó el gusanito, mientras corría por entre las patitas de Noli.
Y, justo cuando pasaba corriendo por debajo de la barriguita de Noli… ¡Booom! Algo cayó junto a ellos y los dos amigos rodaron por el suelo.
—¡Uy, uy, uy!… ¿Os he hecho daño? —dijo la voz de alguien que estaba también en el suelo, a la espalda de Noli.
—¡Anda! ¿Eres tú, Mía…? ¿Qué te ha pasado? —dijo Noli, sorprendida, al ver a la pequeña gatita de color rosa tumbada patas arriba, junto a Gusi.
Mía llevaba un vestido muy, muy raro. Era un tubo redondo que parecía un cohete espacial. Por debajo del tubo se veían sus patitas. Y, por arriba, asomaba la cabeza de la gatita que llevaba puesto un gorro muuuy extraño…
El gusanito Gusi estaba sorprendido. Con los ojos abiertos de par en par, sin poder dejar de mirar a la gatita Mía.
—¡Sí, sí, Gusi! ¡Soy yo!… Es mi vestido de astronauta. Lo he hecho yo…
—¿Y qué llevas en la mano? —le preguntó el gusanito, que seguía sin poder apartar la vista de la gatita.
—¡Es mi casco de astronauta!… Es muy resistente —respondió Mía, llevándose la mano a la cabeza.
—¿Y te has caído cuando estabas volando por el cielo? —le preguntó Noli, curiosa.
—Nooo, nooo… No estaba volando —dijo la gatita, bajando la cabeza, un poco triste—. Yo quiero ser astronauta, pero aún no he conseguido volar. Estoy probando mi traje de cohete espacial, pero no funciona. Ahora lo he probado saltando desde esa rama del árbol… ¡Y, como no ha funcionado, me he caído al suelo! —lamentó Mía.
—¿Por qué quieres ser astronauta? —le preguntó Gusi.
—Es que tengo que volar ahí arriba, para empujar una nube.
—¡Hala! ¿Y para qué quieres empujar una nube? —exclamó Gusi.
—Porque tengo que ayudar a los amigos que viven en mi rincón del bosque. Hace mucho tiempo que no llueve y ya no tenemos casi nada para comer. Y mis amigos los conejos, los patos y las vaquitas tienen hambre —explicó Mía, triste.
—¿Y en el cielo hay nubes que llevan comida para comer? —se sorprendió Noli.
—¡No, no…! Las nubes que viven en el cielo son de agua —dijo Mía.
—¿Entonces, por qué quieres empujar una nube? —añadió Noli.
—En el sitio donde yo vivo casi nunca llueve. Y, como la tierra está muy seca, ya casi no hay hierba, ni frutas para comer. Por eso tengo que empujar una nube… Para que esté encima de mi rincón del bosque. Y, así, cuando llueva, el agua que caiga de la nube regará la tierra y volverán a nacer muchas hierbas, verduras y frutas para comer.
—¡Qué buena idea, Mía! —dijo Gusi
—Pero no puedo… ¡No consigo volar!… Y ¡hala! ya no lo voy a intentar más —confesó la gatita Mía, mientras se empezó a quitar su vestido de astronauta.
—¡Nooo! —respondió Noli, mirándola con cariño—. ¡No te rindas, Mía!… ¡Si lo sigues intentando, lo conseguirás!
—¡Tus amigos necesitan tu ayuda para que haya comida en el bosque! —añadió Gusi.
—¿Y qué puedo hacer? —sollozó Mía.
—¡Tengo una idea! —saltó Noli—. Para que una cosa vuele hay que lanzarla hacia arriba, ¿verdad que sí?… Entonces… ¿Por qué no le pedimos ayuda a alguien que sea muy fuertote, para que te lance hacia arriba y así volarás?
—¡Sí!… ¡Qué buena idea! —dijo Gusi—. ¡Vamos a ver a Rufo! Es el dragón más fuertote de todo el bosque y seguro que te ayudará… ¡Vamos, vamos!
Y los tres amigos corrieron hacia el lugar del bosque donde estaba la cueva de Rufo.
CAPÍTULO 2 • NUESTRO AMIGO RUFO
Al llegar a la cueva donde vivía el grandote y simpático dragón azul, la ardilla Noli se asomó a la entrada y gritó…
—¡Rufo, Rufo!… ¿Estás en casa?… ¡Sal, que queremos hablar contigo!
Rufo asomó la cabeza con una gran sonrisa. Y se sorprendió al ver el extraño traje que llevaba la gatita Mía.
—¿Vas a ir a la Luna?… Pareces un cohete espacial —dijo Rufo.
—Es que es mi traje de astronauta, para volar —respondió Mía—… ¡Pero no funciona!
—Y por eso hemos venido a pedirte ayuda, Rufo —dijo Noli—. Como eres muy fuerte, hemos pensado que podrías lanzar a Mía hacia el cielo… ¡Así despegará como un cohete y podrá volar!
—¿Y cómo puedo hacer eso? —preguntó Rufo, abriendo las manos y encogiéndose de hombros.
—¡Tengo una idea! —exclamó el pequeño Gusi—. Mía, que va vestida con un traje de cohete espacial, se agachará un poco… Y tú das una patada muy, muy, muy fuerte para que el cohete salga volando hacia el cielo.
—Pero yo no quiero hacer daño a Mía, dándole una patada… —protestó Rufo.
—Muchas gracias Rufo —suspiró Mía—, porque una patada tuya en el culete me dolería mucho.
—¡Ya sé, ya sé…! —saltó Noli, contenta—. ¿Por qué no vamos a casa de Emma? ¡Seguro que ella sabe qué podemos hacer para que vueles, Mía!
Y dicho y hecho. Mía, Noli, Gusi y el dragón Rufo, emprendieron el camino hacia la casa de Emma.
CAPÍTULO 3 • EN EL JARDÍN DE EMMA
Emma no estaba en casa. No había vuelto aún del cole. Y los cuatro amigos se sentaron a esperarla en el jardín, junto al balancín de Emma: un sube y baja que era el juego favorito de Noli.
Cuando jugaba con Emma, la pequeña ardilla se sentaba en un lado del balancín, agarrándose muy fuerte al asidero. Y Emma la hacía subir y bajar saltando en el aire, arriba y abajo, cada vez que se sentaba y se levantaba en otro lado del balancín.
Y, de pronto, Noli se quedó mirando al balancín, pensativa, y dijo…
—¡Ya sé cómo puedes volar, Mía! —Y sonriendo a la gatita vestida de cohete y a Rufo, añadió—. ¡Podemos utilizar este balancín!… Mía, tú te tienes que subir en el asiento de este lado. Y tú, Rufo, tienes que dar un gran salto y caer encima del asiento del otro lado. Y, como eres muy grande y pesas mucho, Mía saldrá volando hacia el cielo…
—¡Qué buena idea! —celebró Gusi—. Con lo fuertote que es Rufo, el balancín será una palanca que te hará despegar hacia arriba como un cohete.
—¡Sí, sí!… ¡Por fin voy a poder volar como una astronauta! —aplaudió Mía, feliz.
Y, dando un salto, la pequeña gatita se subió a uno de los lados del balancín. Se ajustó muy bien el traje de cohete espacial y el gorro de astronauta… ¡Lista para despegar!
—Yo voy a saltar dando un brinco, ¿vale, Mía? —dijo Rufo, doblando las piernas para darse impulso—. Y así, cuando caiga sobre mi lado del balancín, saldrás volando con mucha más velocidad.
—¿Estáis ya preparados? —preguntó Noli. Y, al ver que los dos amigos movían la cabeza asintiendo, dijo—: Pues entonces. Preparados… Listooos… ¡Yaaa!
Dando un brinco, Rufo saltó sobre el asiento de su lado del balancín… Y… ¡Zas!… el balancín hizo de palanca y lanzó a Mía con fuerza hacia arriba.
Pero ¡ay, ay, ay!… Poco a poco, la gatita empezó a perder velocidad… Hasta que el traje de cohete que llevaba puesto dejó de subir, se dio la vuelta y empezó a caer hacia abajo…
—¡Uy, uy, uy…! ¡Mía ya no sube!… ¡Está cayendo! —saltó Gusi.
Y Mía bajó y bajó hasta que… ¡Chooof!… La valiente gatita astronauta cayó en la copa del árbol que había en el jardín… Y siguió bajando, hasta que una rama paró su caída.
—¡Agárrate fuerte a esa rama, Mía! —oyeron que alguien gritaba a lo lejos. Y, al darse la vuelta, Noli, Gusi y Rufo vieron que era Emma, que venía corriendo por el camino, de vuelta del cole.