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Por fin llegó el primer día de diciembre. Un día muy especial. Porque Emma y sus primas Sara y Zoe habían quedado en casa de Emma, para hacer arbolitos de Navidad con los que decorar las casas de sus amigos del bosque.
Cuando Sara y Zoe llegaron al jardín de Emma, vieron que la gallina Catalina corría hacia ellas, cacareando… ¡Venid, venid a ver lo que ha aparecido esta mañana en el gallinero!
Las primas de Emma abrieron los ojos de par en par, sorprendidas por lo que vieron. Durante la noche, un elfo pequeño y travieso, ayudante de Santa Claus, había colgado adornos de Navidad en la entrada del gallinero y se había escondido dentro de uno de ellos.
Pero ¡ayayay!… Las sorpresas no habían hecho más que empezar. Porque nadie se dio cuenta de que había alguien asomando la cabeza por encima de la tapia del jardín. Alguien que, con cara de enfado, había estado observando todo, todo lo que había pasado en el gallinero. Un ser, peludo y gruñón, que se bajó de la tapia del jardín de un salto y, dando patadas a las piedras del camino, desapareció en el bosque.
En esta nueva historia, Emma y sus amigos se encontrarán con inesperadas sorpresas que tendrán que superar para poder celebrar la llegada de la Navidad.
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ÍNDICE
- Pronto será Navidad
- ¡Sorpresa!
- Verde y gruñón
- Arbolitos de regalo
- La mañana siguiente
- La fiesta de la Navidad
A continuación se reproducen los cuatro primeros capítulos del cuento.
CAPÍTULO 1 • PRONTO SERÁ NAVIDAD
Por fin llegó el primer día de diciembre. Un día muy especial. Porque Emma y sus primas Sara y Zoe habían quedado en casa de Emma, para hacer arbolitos de Navidad para sus amigos del bosque.
Emma había recortado y pintado pequeños abetos de cartón. Sara llevaba días preparando cintas de papel de muchos colores. Y Zoe iba a traer una cesta llena de bolitas de adorno navideño, hechas con plastilina de muchos colores.
Sara y Zoe llegaron contentas a casa de Emma. Y, no habían hecho más que entrar en el jardín, cuando vieron a la gallina Catalina que corría hacia ellas.
—¡Venid, venid! —cacareó Catalina—. ¡Venid a ver lo que ha aparecido esta mañana en el gallinero!
Las primas de Emma siguieron a Catalina hasta la puerta del gallinero, donde esperaban sus pollitos Pepe y Pepito.
—¡Mirad, mirad…! —dijo Catalina, señalando con el pico al gallinero.
Sara y Zoe abrieron los ojos de par en par, sorprendidas, por lo que vieron en la entrada del gallinero.
Del tejado colgaban bellos adornos navideños. Y, justo sobre la puerta, había una corona de flores de colores que rodeaba a un cuenco; a ese que, todos los días, Emma llenaba con comida para Catalina y sus pollitos. El cuenco estaba ahora lleno de hojas de los árboles del jardín.
—¿Quién ha decorado el gallinero? —dijo Sara, mirando a Catalina y a los pollitos.
—¡No sabemos! —respondió Pepito.
—Estaba ahí cuando hemos despertado… Alguien ha venido al gallinero mientras dormíamos y ha hecho todo eso sin hacer ruido —explicó mamá Catalina.
—Pepito y yo hemos dado una vuelta por todo el jardín y sólo hemos visto al pajarito Pipo —dijo Pepe—. Y nos ha dicho que él no ha sido.
Todos se quedaron mirando los adornos colgantes, hasta que Zoe saltó…
—¡Vamos a llamar a Emma!… A lo mejor ella sabe quién puede haber decorado el gallinero.
CAPÍTULO 2 • ¡SORPRESA!
Sara, Zoe, Catalina y los pollitos corrieron hacia la casa de Emma, llamándola… «¡Emma, Emma!»… Y, al oir las voces, Emma salió a la puerta para ver qué pasaba.
—¡Ven, ven al gallinero…! —le dijo Zoe.
—¡No te vas a creer lo que nos hemos encontrado al despertarnos! —añadió Catalina.
Sara y Zoe dejaron las cestas que llevaban con las cintas y las bolas de adorno junto a la puerta, y todos fueron al gallinero.
Al ver los adornos que colgaban en la entrada, Emma se llevó las manos a la boca, sorprendida…
Y su sorpresa se hizo aún mayor cuando vio que el cuenco de la comida que ahora colgaba del techo, lleno de hojas, se empezó a balancear de un lado a otro… Hasta que, de repente, algunas hojas salieron volando y, en medio del cuenco, apareció alguien pequeñín, vestido de color rojo, riendo y saludando a todos con las dos manos…
—¡Hooolaaa!… ¡Sorpresaaa! —gritó alegre el pequeñín.
—¡Anda!… ¿Quién eres? —exclamó Emma.
—¡Hooolaaa! ¡Soy un elfo!… Y ésta es la primera Navidad en la que voy a ayudar a Santa Claus.
—¿Tú has colgado todo eso del techo, mientras dormíamos? —le preguntó Catalina.
—¡Sííí!… ¡He sido yo! Santa Claus me ha dicho que venga a vuestra casa, para ver cómo se portan Pepe y Pepito —dijo el pequeño elfo, sonriendo—. Por la noche tengo que volver a Laponia, a contárselo… Y así Santa decidirá qué regalos les va a trer el día de Navidad.
—Pero, pero… ¿cómo vas a volver esta noche a Laponia?… ¡Está muy lejos, en el Polo Norte! —dijo Sara, con cara de duda.
—¡Volando!… ¡Los elfos tenemos magia!
—¡Anda, es verdad! Mi abuelo me contó la historia de los elfos —saltó Emma—. Me dijo que sois muy traviesos y que os quedais en las casas hasta el día de Navidad, cuando viene Santa Claus a traer los regalos. Y que ese día os volveis con él a Laponia, en su trineo.
—¿Y tú vas a estar aquí todos los días, hasta que sea el 25 de diciembre? —pió Pepe.
—¡Sí, claro! Volveré todos los días, antes de que os despertéis —respondió el elfo—. ¡Ah!… Pero no sabreis dónde estoy, porque cada día me esconderé en un sitio diferente… ¡Y me teneis que buscar!
—¡Uy! ¡Que bien, que bien…! Va a ser muy divertido jugar contigo al escondite todos los días —celebró Pepito.
—Pero… ¿cómo te llamas? —le preguntó Sara.
—Como soy pequeño y esta es la primera Navidad que ayudo a Santa Claus, sólo me llamo elfo. Aún no tengo un nombre. Pero me ha dicho Santa que seguro que vosotros me pondréis un nombre muy bonito… Uno que me gustará mucho.
—¡Yo, yo tengo un nombre para ti!… ¿Te gusta el nombre de Breo? —propuso Pepe.
—¡Sííí! ¡Me gusta mucho! —sonrió el elfo.
—Pues ¡hala! Te vamos a llamar Breo —dijo Emma. Y mirando al elfo añadió—: ¡Ah! Y me acuerdo de otra cosa que me contó mi abuelo. Me dijo que no se puede tocar a los elfos…
—Es verdad —asintió Breo—. Si alguien me toca perderé mi magia y ya no podré volar cada noche a Laponia, a ver a Santa.
—¿Pero puedes jugar con nostros, no? —pió Pepito.
—¡Sí, claro!… Pero sin tocarme ¿vale?
—¡Sí, sí! ¡Hala, vamos a jugar…! —dijo Pepe.
—¡Vamos, vamos…! —sonrió el pequeño elfo.
Y dando un salto desde el cuenco donde estaba metido, Breo siguió a los pollitos que salieron corriendo por el jardín.
Emma y sus primas volvieron a casa, a hacer los árbolitos de navidad para sus amigos.
Pero ¡uyuyuy!…
Nadie se dio cuenta de que había alguien, de color verde, asomado por encima de la tapia del jardín. Alguien que, con cara de enfado, había estado observando todo, todo lo que había pasado en el gallinero.
CAPÍTULO 3 • VERDE Y GRUÑÓN
El personaje verde que había visto lo que pasó en el gallinero, se bajó de la tapia del jardín de un salto. Y gruñendo y dando patadas a las piedras del camino, desapareció en el bosque.
Era Tolo, el grinch que vivía en una choza de madera, en el pico de la montaña.
Tolo era una criatura peluda y cascarrabias, sin amigos, que odiaba la Navidad. No quería que la gente se reuniera a celebrar fiestas, a cantar y a compartir regalos. Le enfadaba ver a la gente feliz, riendo y jugando. Porque él quería vivir sólo, sin nadie alrededor que riera, cantara o hiciera ruido.
Y, al igual que hacían todos los grinch cuando llegaba el mes de diciembre, Tolo iba a escondidas a las casas del bosque y del pueblo, a romper o a robar todas las luces, los adornos y los regalos de Navidad.
CAPÍTULO 4 • ARBOLITOS DE REGALO
Emma y sus primas Sara y Zoe habían dedicado toda la mañana a preparar bellos arbolitos de Navidad. A medida que Emma terminaba de pintar los abetos de cartón, Sara y Zoe los adonaban con las cintas y las bolitas de colores que ellas habían preparado.
Noli, la ardilla, las ayudaba. Y se encargaba de poner en tres cestas los pequeños árboles que ya estaban listos.
—Ya sólo nos queda por hacer un arbolito más —dijo Emma—. Y, después, se los llevaremos a los amigos del bosque, para que adornen sus casas esta Navidad.
Al terminar, Emma, Sara y Zoe cogieron cada una una cesta y, acompañadas por Noli, salieron a repartir los arbolitos.
Empezaron por el gallinero, en el jardín.
—¡Hola Catalina! Te traemos un arbolito de Navidad para decorar el gallinero —sonrió Emma—… ¿Dónde lo vas a poner?
—¡Aquí, aquí, junto a la puerta! —señaló la mamá de los pollitos—. ¡Muchas gracias por el regalo!… Y hoy vamos a empezar a celebrar ya la Navidad.
Emma, Sara y Zoe emprendieron el camino del bosque para ir a la casa del dragón Rufo y a la de la eriza Tika. Al pasar por el árbol donde vivía Noli, la ardilla subió a dejar su regalo en casa. Y, mientras, Zoe le llevó el suyo al gusanito Gusi que vivía muy cerca.
Después, se dirigieron al claro del bosque donde vivían el pajarito Pipo y sus amigos. Y les dieron cinco arbolitos para que todos pudieran decorar sus nidos.
Luego fueron también a la casa de la leoncita Anya que celebró alegre el regalo. Y, al terminar, volvieron por el camino que bordea al río, para llevar los pequeños abetos de Navidad al cocodrilo Pillo, al zorro Fermín y al lobo Ramón.
Emma, Sara y Zoe regresaron a casa contentas porque, con su regalo para decorar la Navidad, habían hecho felices a sus amigos. Y dedicaron la tarde de ese día a adornar también sus casas para la Navidad, con la ayuda de sus mamás y papás.
Sin duda, el uno de diciembre había sido un gran día para todos.