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En esta historia, Emma y sus amigas las hadas tendrán que utilizar todo su ingenio para poder celebrar la llegada de la primavera. Y, en el camino, descubrirán el poder de las palabras mágicas de los unicornios.
El primer día de la primavera es un día muy especial. Ese día, el lugar más visitado del bosque es el rincón del río donde está la gran piedra blanca. Porque, allí, en esa orilla, está el jardín de las flores arcoíris.
Cada año, ese precioso jardín se llena de flores, con los bellos colores del arcoíris, para celebrar la llegada de la primavera. Y los pájaros del bosque se reúnen allí para cantar la canción de la primavera y recoger flores de los siete colores del arcoíris. Flores con las que decoran sus nidos en primavera.
El primer día de la primavera es también muy especial en el mundo mágico de las hadas y en el de los unicornios. Cuando llega ese día, las hadas van al bosque a buscar flores de los siete colores del arcoíris. Con ellas hacen coronas de flores que llevan en su cabeza y ramos de flores arcoíris para adornar el cuerno de los unicornios. Y hadas y unicornios, que son muy amigos, celebran juntos ese día la gran Fiesta de la Primavera.
Emma y sus amigos del bosque también celebran la llegada de la primavera con una gran fiesta en el jardín de Emma. Ese día, lo adornan con flores que van a buscar al jardín de las flores arcoíris. Y Rufo, el dragón azul, prepara una gran tarta para la fiesta.
¡Y llegó el primer día de la primavera!… Los más madrugadores ese día fueron los pajaritos. Pipo y sus amigos llegaron muy pronto al jardín de las flores arcoíris. Y, alegres, empezaron a recoger flores de los colores del arcoíris para sus nidos, mientras trinaban la canción de la primavera
Pero ¡ayayay!… Los trinos de Pipo y sus amigos dejaron de oírse, apagados por los chillidos y las carcajadas de alguien que, subida en una escoba, llegaba volando al jardín de las flores arcoíris.
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ÍNDICE
- Y llegó la primavera
- El mundo de las hadas
- El hada Olivia
- El enfado de Burlona
- El hechizo
- ¿Qué podemos hacer?
- ¡Vaya sorpresa!
- Una idea genial
A continuación se reproducen los cinco primeros capítulos del cuento.
CAPÍTULO 1 • Y LLEGÓ LA PRIMAVERA
Era el primer día de la primavera. Un día de sol radiante que los pájaros del bosque celebraban, trinando canciones y revoloteando sobre el río.
El pajarito Pipo y sus amigos habían ido al rincón del río donde está la gran piedra blanca. Porque, allí, en la orilla, está el jardín de las flores arcoíris.
Cada año, ese jardín se llena de flores, con los colores del arcoíris, para celebrar la llegada de la primavera. Y los pájaros del bosque se reúnen allí para cantar la canción de la primavera y recoger flores de los siete colores del arcoíris. Flores con las que decoran sus nidos en primavera.
Pero ¡ayayay!… Los trinos de Pipo y sus amigos cantando la canción de la primavera dejaron de oírse, apagados por los chillidos y las carcajadas de alguien que, subida en una escoba, llegaba volando al jardín de las flores arcoíris.
—¡Es la bruja Burlona!… —gritó Pipo al verla. Y todos los pajaritos, menos Pipo que era muy valiente, volaron a esconderse en los árboles, asustados por los chillidos de la bruja.
—¡Jaaa, ja, jaaa…! —se oyó de nuevo la carcajada de la bruja—. ¡Fueeera de aquííí…!
Burlona y su gato Fefé, se bajaron de la escoba voladora. Y, al tiempo que la bruja se liaba a escobazos con las flores de colores, Fefé las mordía y las tiraba al río…
—¡Para ya de destrozar las flores! —pio el pajarito Pipo—. Han nacido para celebrar la primavera. Y hay que quererlas, porque son un regalo de la naturaleza…
—¡Nooo, no, nooo…! —gruñó la bruja—. ¡No quiero que haya flores de esos colores! ¡Sólo me gustan las flores de mis colores favoritos!… De color negro y de color gris, como mi vestido y mi sombrero.
—¿A las brujas sólo os gusta el color negro y el color gris…? —preguntó Pipo, sorprendido.
—¡Sííí!… Y como aquí no hay flores de color negro ni de color gris, las vamos a tirar todas al río —chilló Burlona—. ¡Hala pajarito!… Apártate de las flores o te voy a dar un buen escobazo… ¡Jaaa, ja, jaaa…!
Pero, pero… Esa mañana Anya estaba un poco triste e inquieta, al recordar lo que pasó el anterior fin de semana.
Ocurrió el sábado pasado. Por la tarde.
Cuando corría hacia la casa de Emma, Anya vio una preciosa flor de color violeta. La flor estaba en el suelo del bosque, encima de un montón de hierba que parecía una alfombra verde.
Anya sonrió pensando que esa bella flor sería un magnífico regalo para la «profe» Emma. Y se acercó a cogerla…
Pero ¡ayayay!…
CAPÍTULO 2 • EN EL MUNDO DE LAS HADAS
Ese mismo día, el primer día de la primavera, era muy especial en el mundo mágico de las hadas. Y también en el mundo mágico de los unicornios.
Todos los años, al llegar ese día, las hadas y los unicornios, que son muy amigos, celebran juntos la gran Fiesta de la Primavera. Porque, ese día, la naturaleza despierta del frío del invierno; y el aire, la tierra y el agua llenan todos los rincones de belleza. Y, por eso, el cielo, los árboles y las flores brillan, rebosantes de luz y de colores en primavera.
Todos sabemos que las hadas tienen poderes mágicos para proteger la naturaleza. Y, con esos poderes mágicos, cuidan del aire, de la tierra y del agua.
Durante muchos meses del año, las hadas de la tierra esperan impacientes que llegue la primavera, para ayudar a que nazcan y crezcan las plantas, los árboles y las flores.
Las hadas del agua dedican su magia ese día a limpiar los mares y los ríos, para que los peces y los patos disfruten con sus familias y sus amigos de la nueva primavera.
Y las hadas del aire, con la ayuda de los unicornios, utilizan su magia ese día para dar brillo al cielo en el que viven el sol, las nubes y las estrellas.
Para celebrar la gran Fiesta de la Primavera con los unicornios, cuando llega ese día, las hadas van al bosque a buscar flores de los siete colores del arcoíris. Con ellas hacen coronas de flores que llevan en su cabeza. Y hacen también ramos de flores arcoíris para adornar el cuerno de los unicornios.
Y, con las flores de colores en la cabeza, hadas y unicornios bailan juntos la danza de la primavera, volando en el cielo.
CAPÍTULO 3 • EL HADA OLIVIA
Emma y la ardilla Noli corrían, alegres, por el camino del bosque. Estaban muy contentas, porque hoy tocaba celebrar la llegada de la primavera. Y, para preparar la fiesta, iban al jardín de las flores arcoíris, junto al río.
Y, justo cuando llegaban al rincón del río donde está la gran piedra blanca, vieron llegar volando a Olivia, la pequeña hada de la tierra.
—¡Hola, Olivia! —saludaron, alegres, Emma y Noli—. ¡Feliz fiesta de la primavera!
—¡Graciaaas!… —sonrió Olivia, dando una voltereta en el aire con sus alas doradas—. Yo vengo a buscar flores de los siete colores del arcoíris, para hacer coronas de flores para mi, para mi hermana Lucía y para mamá Marga.
—Nosotras también —dijo Emma—. Venimos a buscar flores para celebrar la primavera con los amigos del bosque. El dragón Rufo traerá una tarta y, con las flores, Noli y yo vamos a adornar mi jardín para la fiesta… ¿Quieres venir tú también a nuestra fiesta?…
Y, cuando iba a responder, Olivia se quedó inmóvil en el aire. Con los ojos abiertos de par en par y la mirada fija en el río. Y, llevándose las dos manos a la boca, gritó, asombrada:
—¡Nooo…! ¡El río está lleno de flores flotando en el agua!
Noli corrió hacia la orilla del río donde está el jardín de las flores arcoíris. Y, al ver lo que vio, dio también un salto, sorprendida…
—¡No queda ninguna flor!… ¡Las han cortado todas y las han echado al río!
—¿Quién habrá hecho eso? —dijo Emma, mirando el jardín destrozado. Un jardín que, todos los años, estaba lleno de colores el primer día de la primavera.
—Tiene que haber sido alguien que odia la primavera y las flores de colores… —respondió Olivia, triste.
—¡Pero no se va a salir con la suya! ¡Tenemos que celebrar la llegada de la primavera y necesitamos las flores! —exclamó Emma, dando ánimo a sus amigos—. ¡Hala! Vamos a recoger las flores de colores que flotan en el río.
—¡Sí! ¡Yo puedo recogerlas volando sobre el agua! —dijo Olivia.
—¡Qué buena idea!… Y tú nos las vas dando a Noli y a mi —respondió Emma.
Y, poco a poco, fueron preparando en la orilla una alfombra de flores. Poniéndolas en montoncitos, cada uno con las flores de un color del arcoíris.
La tristeza fue desapareciendo de la cara de las tres amigas, a medida que crecía la alfombra de flores en la orilla del río. Y Olivia incluso se puso a cantar la canción de la primavera, mientras volaba sobre el agua recogiendo puñados de flores.
Tan ocupadas estaban que ninguna de las tres se dio cuenta de que alguien, escondido tras el tronco de un árbol, observaba lo que estaban haciendo. Era alguien, con el pelo de color morado. Y cuya cara tenía una expresión cada vez más enfadada…
Era el gato Fefé que, procurando no hacer ruido, salió corriendo a cuatro patas por el camino del bosque que llevaba a la casa de la bruja Burlona.
CAPÍTULO 4 • EL ENFADO DE BURLONA
Fefé corrió y corrió lo más rápido que pudo hacia la casa de la bruja Burlona. Y, al llegar a la puerta, se puso a maullar, llamándola a gritos…
—¡Miaaauuu, miaaauuu, miaaauuu…!
—¿Qué te pasa Fefé?… ¿Te ha picado una abeja? —dijo Burlona, asomándose a la puerta.
—¡Nooo, miaaauuu, nooo!… Vengo corriendo del río… ¡Miaaauuu! —respondió Fefé, dando saltos, nervioso.
—¿Y qué pasa en el río?… —preguntó la bruja, con cara de enfado.
—¡Emma y sus amigos están recogiendo todas las flores de colores que echamos al río!… ¡Miaaauuu!… Y Emma dice que, con las flores, van a hacer una fiesta de primavera en su jardín.
—¡Mecachis en la mar!… ¡Nooo!… ¡Vamos, vaaamos volando al río, antes de que se lleven las flores! —chilló Burlona, al tiempo que se montaba en su escoba—… ¡Venga, sube!
Dando un salto, Fefé se subió en la escoba, detrás de Burlona. Y los dos salieron volando hacia el rincón del río donde está la gran piedra blanca.
CAPÍTULO 5 • EL HECHIZO
Olivia, la pequeña hada de la tierra, seguía volando, incansable, sobre el río. Recogía las flores que flotaban en el agua y se las daba a Emma y a la ardilla Noli que, en la orilla, las juntaban con las otras flores del mismo color.
Aún les quedaban muchas flores por recoger. Pero las tres amigas estaban muy contentas, porque rescatando esas bellas flores iban a celebrar un maravilloso primer día de la primavera.
Pero, de pronto, una sombra cruzó volando el cielo y se oyó un grito chillón…
—¡Nooo… nooo…! ¡No toquéis las flores!
Emma, Olivia y Noli vieron a la bruja Burlona que llegaba volando, subida en su escoba, con el gato Fefé.
Olivia, que llevaba en las manos flores que había sacado del río, voló hacia Burlona.
—¿Has sido tú quien ha cortado las flores y las ha echado al río? —le preguntó el hada.
—¡Sííí…! ¡No quiero volver a ver más flores de colores en el bosque! —gruñó la bruja.
—¡Son muy bellas, Burlona!… Son regalos de la naturaleza, para llenar el mundo de colores y hacernos felices —dijo Emma.
—¡No, no y nooo!… Sólo quiero que haya flores de color negro y de color gris, como mi vestido y mi sombrero —chilló Burlona, al tiempo que aterrizaba en la orilla del río.
—Vamos a recoger todas las flores que has tirado al agua, Burlona. Y, además, utilizaré los poderes mágicos que tenemos las hadas de la tierra para que vuelvan a nacer flores de las plantas que has roto —le replicó Olivia.
—¡Nooo, no lo harás!… ¡Porque te voy a lanzar un hechizooo!
Y, apuntando a Olivia con la escoba que llevaba en la mano, la bruja dijo…
—¡Abracadabra. Pata de cabra!… ¡Que lo que te ayuda a volar se vuelva pequeñito. Y ya no puedas levantar el vuelo ni un poquito!… ¡Plis, plas!… ¡Plis, plas!… ¡Ya!
Y ¡ayayay!… No había terminado de lanzar su hechizo, cuando una sonrisa apareció en la cara de Burlona al ver como las alas del hada se hacían pequeñas… ¡Más y más pequeñas!…Tan pequeñitas que, aunque las seguía moviendo, ya no le permitían volar. Y, Olivia, alzando las manos… ¡chooof!… cayó de golpe en el río.
Fefé se puso a saltar contento, al ver a Olivia en el agua, incapaz de volar y de seguir recogiendo flores. Y, dando maullidos, empujó con sus patas las flores que estaban en la orilla, echándolas otra vez al río.
Cuando el gato terminó la tarea, Burlona se subió en la escoba y, con Fefé agarrado a su espalda, se alejó volando y gritando:
—¡Jaaa, ja, jaaa!… ¡Plis, plas!… ¡Plis, plas!… ¡Se acabaron las flores de colores yaaa!