Emma y el dragón bebé

Portada del libro Emma y el dragón bebé
Portada del libro Emma y el dragón bebé

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En esta nueva historia, Emma y sus amigos aprenderán que los colores son, también, un poderoso lenguaje para expresar los sentimientos. Y que, al igual que hacía el pequeño dragón que aún no sabía hablar, todos podemos comunicar cómo nos sentimos utilizando los colores del mundo de AltaVista.

El pajarito Pipo, la ardilla Noli y el gusanito Gusi se divertían junto al río jugando al «Veo, veo». Esperaban a Emma que, todas las tardes, al terminar el cole, volvía a casa por el camino que bordeaba el río. 

Lo que no podían imaginar era lo que encontraron flotando en el río… ¡Un huevo!… ¡Y con un animalito dentro, moviendo los brazos! Todos se quedaron con la boca abierta, sorprendidos, al ver que, por encima de la media cáscara de huevo que flotaba en el agua, asomaba la cabeza sonriente de… ¡un dragón! ¡Sí! Un bello dragón pequeñín, de color rosado.

¿De dónde venía ese bebé dragón? ¿Por qué cambiaba de color? ¿Cómo podían llevarlo de vuelta a su casa?… Emma tuvo la idea de ir a casa del amigo Rufo, el grandote y simpático dragón azul. Porque seguro que él sabría qué hacer para que el dragoncito pudiera volver con sus papás.

Rufo sabía de dónde venía el bebé: ¡del mundo secreto de AltaVista! Pero, ay, ay, ay… había un gran problema para entrar en ese mundo donde viven los dragones de colores. Y Rufo contó a sus amigos el secreto de AltaVista…

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ÍNDICE

  1. Sorpresa en el río
  2. ¿Quién será?
  3. Nuestro amigo Rufo
  4. El secreto de AltaVista
  5. La gran catarata de agua
  6. De vuelta en casa

A continuación se reproducen los cuatro primeros capítulos del cuento.

CAPÍTULO 1 • SORPRESA EN EL RÍO

El pajarito Pipo, la ardilla Noli y Gusi, el pequeño gusanito verde, se divertían junto al río jugando al «Veo, veo». Esperaban a Emma. Porque, todas las tardes, al terminar el cole, Emma volvía a casa por el camino que bordeaba el río.

—¡Ahora me toca a mí! —trinó Pipo. Y, volando alrededor de sus amigos Noli y Gusi, empezó a cantar…

—¡Veo, veooo…!

—¿Qué veees…? —replicó el gusanito Gusi.

—¡Una cositaaa…!

—¿Y qué cosita es…? —rió Noli.

—¡Empieza por la «p»!… ¿Qué será, qué será, que será…? —cantó Pipo, moviendo las alas ante sus dos amigos.

Gusi y Noli se acercaron a la orilla, examinando con atención todo lo que veían al lado del río o flotando en el agua.

—¡Ya sé! —saltó Noli—. Lo que ves es esa piedra grande que está en la orilla… ¡Porque «piedra» empieza por la letra «p»!

—¡Nooo… no es la piedra! Os voy a dar otra pista: Es algo… ¡que se mueve!

—¡Yo, yo lo sé! —saltó alegre el gusanito—. ¡Lo que ves es un pato!… ¡Ese pato amarillo que nada hacia aquí!

—¡Sííí…! ¡Muy bien! Has acertado ya tres veces, Gusi. ¡Vas ganando! —trinó Pipo. Y mirando al gusanito, añadió—: ¡Hala, ahora te toca a ti!

—A ver, a ver… —dijo Gusi, girando la cabeza de un lado a otro… ¡Ya sé!…

—¡Veo, veooo…! —empezó a cantar alegre.

—¿Qué veees…? —respondió Noli.

—¡Una cositaaa…!

—¿Y qué cosita es…? —trinó el pajarito Pipo.

—¡Empieza por la «h»!… ¿Qué será, qué será, que será…? —terminó de cantar Gusi.

—¡Es una letra muy rara! —protestó Noli—… No veo nada que empiece por «h».

—¡Sí, sí que hay… mira, mira bien! —dijo Gusi, divertido—. ¡A ver si lo encuentras!

—¡Anda, yo sí lo veo!… ¡Es un huevo lo que ves! —pió Pipo, el pajarito, volando sobre el río.

Y, de repente, Pipo giró en el aire y regresó veloz a la orilla donde estaban sus amigos, alarmado…

—¡Uy, uy…! ¡El huevo es muy grande!… ¡Y hay un animalito dentro, moviendo los brazos!

—¡Necesita ayuda! —saltó Gusi—. ¡Tenemos que rescatarlo!

Y, justo en ese momento, vieron a Emma que venía corriendo por el camino junto al río, de vuelta del cole. Ella también había visto el huevo y llevaba en la mano la rama de un árbol para rescatar al animalito que, dentro del huevo, flotaba en el agua.

—¡Pipo, Pipo…! Vuela a donde está el huevo y empújalo hacia la orilla, para que yo pueda pararlo con esta rama —gritó Emma.

Así lo hizo el valiente pajarito. Y Emma, de pie en el borde del río, empujó al huevo con la rama del árbol hacia la orilla.

Todos, todos, se quedaron con la boca abierta, sorprendidos, al ver el animalito que había dentro. Por encima de la cáscara de huevo que flotaba en el río, asomaba la cabeza sonriente de… ¡un dragón! Un bello dragón pequeñín, de color rosado.

CAPÍTULO 2 • ¿QUIÉN SERÁ?

El dragoncito no paraba de sonreir. Y movía la cabeza de un lado a otro, guiñando el ojo a los cuatro amigos que lo habían rescatado.

—¿Quién eres?… —le preguntó Emma, devolviéndole la sonrisa—. ¿Qué haces en el río?…

—¡Río, ío, ío…! —respondió el dragoncito, cantarín.

—¡Anda! ¡Es un bebé!… ¡Y todavía no sabe hablar! —dijo Gusi.

—¡Bebé, bé, bé…! —balbuceó alegre el pequeño dragón, mirando al gusanito.

—¿Dónde vives? ¿Te has perdido?… —trinó Pipo.

Al oirlo, el dragoncito dejó de reir y rompió a llorar, triste y desconsolado.

—¡Buuuaaa, buuuaaa…!

—No te preocupes dragoncito. Queremos ser tus amigos… ¡Y te ayudaremos a volver a tu casa! —le dijo, con cariño, la ardilla Noli.

Pero el pequeño dragón siguió llorando más y más fuerte, mientras con el dedo señalaba la zona alta del río, por donde había bajado flotando en el agua. 

Y, de repente, su piel que era de un bello color rosa, se volvió roja. Del color rojo intenso del enfado, la preocupación y también el miedo.

Noli y Gusi estaban sorprendidos, sin saber qué hacer. Y Emma, que miraba al dragoncito pensativa, se acercó y abrazó con cariño el huevo donde estaba metido el bebé dragón.

Poco a poco, el llanto del bebé se fue apagando. Y, en el momento en el que dejó de llorar y la sonrisa volvió a su cara… todos vieron, con asombro, como su intenso color rojo desaparecía. Y la piel del bebé dragón  pasó a ser de un bello color verde. Del color de la tranquilidad, la calma y la seguridad.

—¡Tengo una idea! —dijo Emma, mirando al pequeño dragón—. ¡Vamos a ir a casa de Rufo!… Es un dragón, como tú. Y seguro que él sabe cómo puedes volver a tu casa.

—El bebé dragón dio un salto de alegría, feliz… Pero, al caer, la cáscara de huevo en la que estaba metido se rompió. Emma corrió a levantarlo del suelo, le dio la mano, y todos se encaminaron hacia la cueva donde vivía el dragón Rufo.

CAPÍTULO 3 • NUESTRO AMIGO RUFO

El pajarito Pipo voló deprisa, por delante de sus amigos. Y, al llegar a la entrada de la cueva donde vivía Rufo, le llamó…

—¡Rufo, Rufo!… ¡Sal!… ¡Te necesitamos!

Y, al momento, el grandote y simpático dragón azul, salió a la entrada de la cueva.

—¡Hola Pipo!… —sonrió el bueno de Rufo. 

Y al ver que tras el pajarito llegaban Gusi, Noli… ¡Y un dragón!… ¡Sí, un bebé dragón con dos patitas, que caminaba dando la mano a Emma!, Rufo se quedó con la boca abierta, asombrado…

—Nos lo hemos encontrado en el río —dijo Emma—. ¡Dentro de un huevo! 

—¡Huevo, evo, evooo!… —se puso a cantar el pequeño dragón.

—¡Hola pequeñín! —le dijo Rufo riendo.

Al oirlo, el dragoncito corrió dando saltitos hacia Rufo y se acurrucó entre sus patas. Y, al momento, la piel del pequeño dragón, poco a poco, volvió a cambiar de color… 

Y el color verde, de la tranquilidad y la seguridad, se convirtió en un precioso amarillo: el color de la alegría y la felicidad. 

—¡Anda! ¡Y su piel cambia de color, como la de los dragones de AltaVista! —exclamó Rufo al verlo.

—¿Tú sabes de donde ha venido el bebé dragón? —preguntó Gusi, curioso, a su amigo grandote y azul.

—¡Sí, claro! Lo sé porque los dragones que viven en el mundo de AltaVista cambian de color para expresar sus sentimientos —explicó Rufo—. Igual que este dragoncito. Cuando venía con vosotros, el color del bebé era verde porque se sentía contento, tranquilo y seguro… Y, ahora, ha cambiado su color a amarillo porque se siente muy feliz y emocionado. 

—¿Nos acompañas al mundo de AltaVista, Rufo? —dijo Emma—. Para que el bebé pueda volver con sus papás.

—¡Sí, claro! Pero, pero… hay un problema… —torció la cabeza el grandote de Rufo, con gesto preocupado.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Noli—. ¿Es que el mundo de AltaVista está muy, muy lejos de aquí?

—No, nooo… AltaVista está muy cerca de aquí… El problema es la puerta para entrar o para salir de allí —respondió el dragón azul.

—¿A ese mundo se entra por una puerta que está cerrada con llave? —le preguntó Pipo.

—No, no… Venid. Venid… Sentaos aquí, a mi lado. Y os contaré cuál es el secreto del mundo de AltaVista —dijo Rufo a sus amigos.

CAPÍTULO 4 • EL SECRETO DE ALTAVISTA

El bueno y grandote dragón azul dibujó con su dedo dos montañas en la tierra. Y entre las dos montañas, dibujó una catarata de agua que caía en el río donde habían encontrado al pequeño dragón.

Rufo les contó que esas dos montañas eran las que estaban ahí, detrás de su cueva. Y que caminando por la orilla del río se llegaba muy pronto a esa gran catarata que cae desde lo alto, formando una enorme pared de agua. Y toda el agua que cae por la catarata, corre río abajo por el bosque hasta llegar al mar.

—Y ahí está el mundo de AltaVista —les dijo Rufo, señalando a la gran catarata de agua que había dibujado con su dedo en la tierra.

—¿Pero… dónde está la puerta para entrar en ese mundo? —le preguntó Emma.

—La puerta es… ¡la catarata de agua! —dijo Rufo, en voz baja, desvelándoles el secreto—. Y ese es el problema… Porque la catarata es una pared de agua que no se puede cruzar.

—¡Anda! ¿Y el dragón bebé vive ahí detrás? —preguntó, curioso, el gusanito Gusi.

—Sí, Gusi… ¡Ahí es donde vive! —respondió Rufo. Y con cara triste, añadió—… Pero no sé qué podemos hacer para que el dragoncito vuelva al otro lado de la catarata de agua. 

Al oír la mala noticia, el bebé rompió a llorar… Y, una vez más, cambió de color. Poco a poco, su piel se volvió azul.

—¡Uy! El azul es el color de los dragones de AltaVista cuando están tristes, cansados o desilusionados —dijo Rufo.

—¡Tengo una idea! —saltó Emma—. Yo creo que, esta mañana, la catarata de agua paró un ratito… Y, mientras no caía agua, el dragoncito salió sin querer de su mundo, flotando río abajo… 

—Sí… Eso debió pasar —asintió Rufo.

—Pues, entonces… ¿Por qué no subimos a la parte de arriba de la montaña? Y así podemos descubrir por qué dejó de caer agua por la catarata esta mañana —propuso Emma.

—¡Qué buena idea! —dijo el pajarito Pipo—. Voy, voy yo volando a ver si veo alguna pista. 

Y, dicho y hecho. El pequeño pajarito amarillo, voló hasta la parte de arriba de la catarata, desde donde caía el agua… Y desapareció de la vista de sus amigos.