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El primer día del verano los amigos de Emma se reunieron a la sombra de un gran árbol, junto al río. Porque Emma les iba a leer una historia mágica del gran libro púrpura. Una historia que sucedió hace muchos años, cuando la bruja Burlona era aún una niña pequeña.
La pequeña brujita Burlona y su papá, el brujo Tolón, salieron una mañana a caminar por el bosque en busca de la planta favorita de las brujas que se llama sorgo. Porque con el tallo y con las hojas de esa planta se hacen las escobas voladoras. Y, cansados de andar y andar sin encontrarla, se sentaron a la sombra de un árbol del que colgaban grandes cerezas, rojas y brillantes.
Pero… ¡Ay, ay, ay!… Todo se complicó cuando el brujo Tolón se equivocó al lanzar un hechizo a ese árbol de las cerezas. Y Emma tiene que descubrir cómo librarse del hechizo equivocado del brujo Tolón.
En esta nueva historia, y gracias a Emma, sus amigos del bosque aprenderán cómo nacen los colores. Y aprenderán, también, que compartir es un poderoso secreto para conseguir cosas tan difíciles que parecen imposibles.
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INDICE
- El primer día del verano
- ¡Y qué pasó…!
- De vuelta a casa
- ¿Dónde estáis…?
- Emma tiene una idea…
- El país de los colores
- Reunión a la orilla del río
A continuación se reproducen los tres primeros capítulos del cuento.
CAPITULO 1 • EL PRIMER DIA DEL VERANO
Hacía mucho calor ese día. Y la eriza Tika, la ardilla Noli y la abeja Picopica, estaban bajo la sombra de un gran árbol, junto al río. En silencio y muy atentas, porque Emma les iba a leer una historia mágica.
A su lado, callados y muy atentos también, estaban el gusanito Gusi, el pajarito Pipo y su amigo Tito, el cerdito simpático y juguetón que vivía cerca de la casita de Pipo.
Algunos días muy especiales, como hoy, Emma reunía a sus amigos para leerles una historia del gran libro púrpura.
Hace muchos años, su abuelo, el mago Tata, empezó a escribir en ese libro las historias mágicas del pueblo donde vivían, que se llamaba Monteclaro. Y cuando el abuelo fue a vivir al otro lado del mar, le dio el gran libro púrpura a Emma, que lo guardaba debajo de su cama, como un tesoro.
Hoy era el primer día del verano. Y Emma les iba a leer a sus amigos una historia que sucedió hace muchos años. Cuando la bruja Burlona era aún una niña pequeña que vivía en la casa gris de la cima de la montaña.
—¿Estáis preparados?… —preguntó Emma, mientras abría el gran libro de color púrpura y buscaba la página de la historia mágica.
Y, al encontrarla, empezó a leer…
Emma les contó que, hace mucho tiempo, la pequeña brujita Burlona y su papá, el brujo Tolón, salieron una mañana a caminar por el bosque. Querían encontrar la planta favorita de las brujas y los brujos que se llama sorgo. Porque con el tallo y con las hojas de esa planta se hacen las escobas voladoras.
El brujo Tolón quería hacer una escoba voladora para su hija. Porque la pequeña brujita Burlona aún no tenía escoba y todos los días pedía que le regalaran una para poder volar como las brujas mayores.
Habían caminado ya más de una hora por el bosque, mirando a un lado y a otro. Pero nada. Aún no habían visto ninguna planta de sorgo.
Hacía mucho, mucho calor ese día. Y la brujita caminaba muy despacio…
—¡Estoy muy cansada, papá!… ¡Y tengo mucha sed!… —dijo la pequeña Burlona, que arrastraba los pies, agotada.

—Vamos a descansar un rato… Nos sentaremos ahí, a la sombra de ese árbol.
Al acercarse al árbol, Papá Tolón levantó la vista y vio que era un cerezo, del que colgaban ramilletes de grandes cerezas de color rojo.
—¿Quieres comer unas cerezas? Parecen muy ricas y también te quitarán la sed… —le ofreció Tolón.
La brujita asintió con la cabeza y se comió un puñado de cerezas que su papá cogió del árbol. Pero, al terminar, Burlona agachó otra vez la cabeza y gimió, llorosa…
—¡Sigo teniendo sed, papá! ¡Mucha sed!…¡Yo quiero beber agua!…
El brujo Tolón la miró con cariño y, al ver de nuevo las grandes cerezas del árbol, apareció una sonrisa en su cara…
Se puso de pie. Sacó la bola de cristal naranja que los brujos llevan siempre en el bolsillo. Y señalando con la bola de cristal a las cerezas que colgaban del árbol, dijo…
—¡Abracadabra… Pata de cabra! ¡Que las cerezas de este árbol, sean cerezas de agua!… ¡Plis, plas!… ¡Ya!

Y, de repente, las cerezas que colgaban del árbol empezaron a perder su vivo color rojo… Y, poco a poco, se volvieron transparentes… Hasta que todas, todas, se convirtieron en cerezas de agua…
—¡Qué agua más rica!… —celebró alegre Burlona, mientras se comía un puñado de cerezas de agua que papá Tolón le dio—… ¡Más, quiero más, papá… Tengo mucha sed!

Cuando la pequeña Burlona ya no tuvo más sed, los dos se levantaron para continuar buscando una planta de sorgo con la que hacerle una escoba voladora a la brujita.
Pero, antes de seguir caminando, el brujo Tolón sacó otra vez del bolsillo su bola de cristal para deshacer el hechizo y que las cerezas volvieran a ser rojas. Y, señalando al árbol con la bola de cristal, dijo en voz alta…
—¡Abracadabra… Pata de oveja! ¡Que desaparezca el agua de las cerezas de este árbol y vuelvan a ser cerezas rojas!… ¡Plis, plas!… ¡Ya!
Y, en cuanto dijo el hechizo, Tolón dio la mano a Burlona y siguieron caminando por el bosque, en busca de una planta de sorgo.
Pero… Ay, ay, ay… Si Tolón hubiera mirado hacia atrás, habría visto que las cerezas no volvían a ser cerezas rojas, como eran antes. Sino que seguían siendo transparentes… Y, ahora, además, se habían vuelto muy brillantes, como si fueran cerezas de cristal…
Porque el brujo Tolón se había equivocado al lanzar el hechizo… Dijo “¡Abracadabra… Pata de oveja!” en lugar de decir “¡Abracadabra… Pata de cabra!”…
Uy, uy, uy…
CAPITULO 2 • ¡Y QUÉ PASÓ…!
La ardilla Noli no pudo aguantar su curiosidad y, dando un salto, asomó la cabeza por encima del libro que Emma estaba leyendo…
—¿Y qué pasó después… qué pasó con las cerezas? —preguntó Noli, apoyando sus dos patitas delanteras en el libro.
—La historia termina ahí —respondió Emma, encogiendo los hombros—. Lo único que dice, al final, es que ese árbol con las cerezas transparentes que parecen de cristal, está en algún lugar del bosque. Y que, si alguien lo encuentra, debe tener cuidado con las cerezas. Porque como el mago Tolón se equivocó al lanzar su hechizo, no se sabe si son aún cerezas de agua.

—¡Pero, ahora, vamos a bañarnos en el río!… ¡Hala!… Hay que celebrar que hoy es el primer día del verano —animó Emma a sus amigos.
Emma guardó en su mochila el libro púrpura de las historias mágicas. Y todos se lanzaron al agua, a chapotear y a jugar al pilla-pilla en el río.
CAPITULO 3 • DE VUELTA A CASA
Al terminar la mañana, estaban todos muy contentos y felices por lo mucho que se habían divertido jugando en el río. Emma despidió a sus amigos con un gran beso. Y todos regresaron al lugar del bosque donde vivían.
Gusi, el cerdito Tito y el pajarito Pipo, vivían cerca. Y los tres volvieron a casa juntos, jugando al escondite…
Uno de ellos corría delante, escondiéndose entre los árboles, hasta que conseguían encontrarlo. Y el que lo encontraba, se escondía para que lo buscaran los otros dos.
Pero, corriendo y jugando… ¡ay, ay, ay!… se apartaron del camino, sin darse cuenta. Una de las veces que Pipo voló para esconderse, vio un rincón lleno de árboles, muy verdes y muy altos. Se subió a uno de los árboles y se ocultó entre las ramas y las hojas.
Gusi y Tito buscaban y buscaban, pero no conseguían encontrar a Pipo… Y eso que estaban al lado del montón de árboles y arbustos, que parecía una pared de hojas, donde estaba escondido el pajarito.
—¡Estoy aquííí…! —pió Pipo, para darles una pista, al ver que no lo encontraban.
Al oírlo, Gusi se subió a uno de los árboles y miró por un agujerito entre las hojas para ver si encontraba a Pipo…
Y, al asomar la cabeza por el agujero… ¡Uauuu!… Se quedó inmóvil, con la boca abierta por la sorpresa, al ver lo que había en ese rincón del bosque…

—¡Venid, venid corriendo…! —gritó Gusi.
Y cuando el cerdito Tito y Pipo se asomaron por entre las hojas de los árboles que tapaban ese rincón del bosque, se quedaron también con la boca abierta, al ver lo que había delante de ellos…
Los tres amigos vieron un árbol enorme del que colgaban ramilletes de bolitas redondas, muy brillantes y transparentes… ¡Del mismo color que el agua…!
—¡Mirad, mirad…! ¡Es el árbol de las cerezas de agua…! —dijo Pipo.
—¡Sííí…! ¡Hemos encontrado el árbol de la historia que nos ha leído Emma!… —asintió Gusi.
—¡Las cerezas son transparentes…! Parecen de agua, como las que se comió la bruja Burlona cuando era pequeña —añadió el cerdito Tito, mirando al árbol—. Yo también quiero comer esas cerezas… ¡Tengo sed…!
—No, no es una buena idea, Tito —le recordó su amigo Pipo—. En el libro que nos leyó Emma decía que quien encuentre el árbol tiene que tener cuidado con las cerezas. Porque el mago Tolón se equivocó al lanzar el hechizo y no se sabe si son aún cerezas de agua.
—A mí me parece que sí son de agua… Mira, mira, son transparentes como el agua… Y parecen muy fresquitas… ¡Yo también quiero probarlas! —dijo Gusi, mientras cogía dos cerezas: una para él y otra para Tito.
Y… ¡ñammm!… se comieron las cerezas de un bocado, porque tenían sed… Pero…
—¡Oinc, oinc…! —gruñó el cerdito Tito, arrugando el hocico—. Esta cereza tiene un sabor raro… ¡No es agua!… ¡Pica un poco!
Mientras decía eso, Tito vio que el color verde de Gusi se volvía más y más clarito…
Y el pajarito Pipo abrió el pico, asustado, al ver que Gusi estaba perdiendo poco a poco su color verde… Hasta que dejó de ver al gusanito… ¡Porque Gusi había desaparecido!
—¡No te veo, Gusi!… ¿Dónde estás? —pió Pipo revoloteando, asustado.
Pero… ¡ay, ay, ay!… Al mirar hacia donde estaba Tito… ¡Tampoco lo vio… porque su amigo cerdito también había desaparecido!
—¡Gusi, Tito… no os veo!… —pió Pipo asustado— ¿Dónde estáis…?

—¡Estoy aquí!… No me he ido… —respondió Gusi—… ¡Pero no veo a Tito!
—¡Yo tampoco te veo a ti, Gusi!… ¿Qué ha pasado? —dijo el cerdito Tito.
—¡Ay, ay, ay…! ¡Los dos os habéis vuelto invisibles! —dijo Pipo, moviendo la cabeza de un lado a otro, nervioso, al no poder ver a sus amigos.